Aquel sería un domingo diferente en la casita del sur bonaerense. Marcia
y yo bajamos del coche estacionado a pocos metros de la entrada, mi madre en la
puerta nos recibió nerviosa y al ver su semblante,... comprendimos que aquel
sí, resultaría un “domingo diferente”
para todos...
Sucedió a comienzos de octubre, en una tranquila noche de primavera. Me encontraba acostado, esperando que el sueño llegara, sumido entre cálculos y reflexiones, perdido en la negrura del dormitorio y acompañado por el coro acostumbrado de sonidos sinfín, que subían hasta nuestro departamento del 7ª piso, provenientes de la transitada avenida.
Aún
repiqueteaban en mi mente como un eco lejano, las voces de los relatores del
noticiero de la medianoche, que momentos antes me sirvieran de tenue arrullo.
El carillón del reloj del living se hizo escuchar, y la solitaria campanada trajo orden a la noche. Fue en ese momento cuando ocurrió aquello...
Sentí algo en mi pie derecho, que lo empujaba, apoyándose en él y dándole peso, pensé en Marcia, pero ella descansaba acurrucada al otro lado de la cama dormida profundamente. Frené mi impulso de encender el pequeño velador de tulipa y mirar que ocurría a los pies de la cama, Marcia se despertaría asustada, quizás sólo son ideas mías - me dije - y traté de pensar. Ahora ya no estaba, se había ido.
Un calambre, o
un tendón buscando su posición, o sólo
nervios, sí, de eso se trataba. Recordé lo duro que había sido ese día
de intenso trajinar para mis pobres pies – reflexioné – La culpa la tenía esa
obsesión de buscar mejores precios cada vez que necesitaba comprar algo de
importancia.
Caminar, mirar, comparar, preguntar, regatear, esa era
la “orden del día” para todos los porteños
Pero que equivocado estaba...
Hay algo tan desconcertante, misterioso y desconocido como el cerebro humano?...
En este extraño órgano se elaboran las percepciones y las ideas, allí residen las funciones motrices, el mundo de la inteligencia, el pensamiento... y el “cofre de la memoria”.
Ese cofre, tan celoso a veces de su contenido, que permanece cerrado y no existe poder terrenal que lo pueda abrir, en cambio otras veces tan generoso que nos regala recuerdos que creíamos no tener o los creíamos olvidados para siempre.
Allí estaba la explicación...
“Eso” nuevamente sucedió.
Intenté infructuosamente ver en la oscuridad, sabía que no era producto de un sueño, las campanadas del reloj junto con esa leve presión en mi pie me habían despertado.
Las campanadas?... Cuántas habían sonado?...
- (Creo que cuatro..., o cinco...)
- (Sí, por el silencio reinante y los pocos autos que circulaban ahora, tenía que ser noche cerrada.)
Una tristeza sin solución me embargó, creía comprender
sin atreverme a pensar..
de pronto algo en mi mente, como una chispa, me hizo
saber.
El cofre de la memoria se abrió.
El corazón parecía dolerme...
Las imágenes jugaban en torbellino mezclándose con las sombras de la habitación...
Me sentía ridículo allí acostado, impasible, temiendo moverme para no romper ese “hechizo”...
De pronto lo vi, allí estaba..., en medio de ese carrusel de recuerdos...
Venía hacia mí...
Con
sus ojos curiosos y tristones a la vez.
Su rojizo pelaje castigado por el viento, parecía flamear despidiendo reflejos iridiscentes...
Avanzaba muy lentamente, como en “cámara
lenta”, pero sin dejar de mirarme...
Algo apretaba en su boca...
“Algo
que sus colmillos atenazaban fervientemente...”
“El perro es especialmente de carácter gregario, busca permanentemente vivir en manadas, y debido a esto, se adapta muy fácilmente para vivir entre los seres humanos; la familia humana es el sustituto de la manada”...
Recuerdo haber leído esto y otras cosas más en los libros, y todo ello está encerrado en el cofre de la memoria, pero de allí solo se filtran con vívidas imágenes todo lo que aprendí y los momentos que viví y compartí con YIYO. Ese pastor alemán, de linaje dudoso, pero todo un portento de bondad con chicos y grandes, “su manada”..
EL “YIYO”
era un perro confiado y muy despierto, quizás poco seguro de si mismo, no tan
independiente como los otros dos que eran sus compañeros, producto tal vez, de
una extrema dependencia cuando era cachorro y la falta de un entrenamiento
adecuado, aun así jamás dio problemas, por el contrario, cuando “él “ no estaba, algo faltaba en aquella casita del sur
bonaerense...
El
agradecía todo ello, buscando mi pie, cuando me veía sentado y apoyando su
cabeza en él, se quedaba mirándome a los ojos... con aquella mirada entre
melancólica y curiosa, ronroneando sonidos de placer o intercalando suspiros,
vaya uno a saber de que....
-
Yo estaba a cargo de los
perros , mamá se había ido a casa de la tía Nelly...”
-
Las palabras costaban pronunciarse...”Yo
no quería que le pasara nada...yo no... quería... que se muriera. Los dejé
solos un momento, estaba cortando la ligustrina...fui adentro....
-
De pronto ... sentí gritar
los perros de los vecinos ...y el “Lucky” comenzó a aullar como un
loco...presentí que algo malo había pasado...pero no que al YIYO lo hubieran atropellado....sólo
vi a “León” en la puerta mirando hacia la esquina...nadie vio cuando
ocurrió...no se sabe si fue un coche o un colectivo...ni porque el YIYO...
corrió hacia esa calle, el nunca lo hacía....el nunca se alejaba....”

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